Los romanos llevaban a cabo su educación al margen de Grecia. Es una educación de carácter familiar con influencia decisiva de los padres, orientación laboral de tipo campesino, ideal colectivo de consagración al servicio del Estado. La gran autoridad y el poder era atribuido al padre y la reverencia de que la madre era rodeada. Para los romanos la familia era el ambiente natural apropiado para el desarrollo y la formación del niño.
En esta primera época los educadores natos son el padre y la madre, donde el padre es el verdadero monarca del hogar y tiene derecho de vida o muerte sobre los hijos, y que se ve reflejado en el terreno educativo.
Cuando nacía un niño, primero se presentaba al papá, quien decidía aceptarlo o no. Una vez aceptado pasaba a la responsabilidad de la madre para que se dedicara a cuidarlo y educarlo hasta la edad de siete años.
La formación de las hijas estaba en manos de la madre, mientras que el varón, al cumplir siete años, pasaba a la vigilancia de su padre, quien llevaba al pequeño consigo tanto al trabajo en el campo como al foro, a los banquetes, etc., con el fin de que a fuerza de observar las actividades de su padre, aprenderá a realizarlas cuando llegue el momento.
La preparación no viene dada teóricamente, sino a través de circunstancias reales de la vida. Su pedagogía estaba fundada en el respeto por las tradiciones y la observación de la vida práctica.
El modo de educación que se efectuaba en Roma no está del todo alejado de lo que se vive en la actualidad, pues nuestros actos son reflejo de una primera educación que se recibe en el hogar, al lado de nuestra familia, y que para que se lleve a cabo de manera eficaz debe basarse en el respeto y conservación de una serie de costumbres y tradiciones que nos dotan la identidad frente a las demás.
En Roma se da una educación de campesinos y la clase social que rige la cultura romana es la aristocracia rural, constituida por propietarios que cultivan por sí mismos las tierras de sus antepasados. La educación en este ambiente tendrá como fin la adaptación gradual del muchacho a las tareas de sus mayores, fundamentalmente labranza y pastoreo.
El objetivo y misión del padre como educador es revelar al muchacho la costumbre ancestral, hacérsela respetar como ideal indiscutible como norma para el pensamiento y para la acción.
Las virtudes del romano son: el trabajo, la austeridad y la frugalidad. El niño va aprendiendo a adoptar la actitud de suma gravedad en el rostro y en toda su compostura. A esta austeridad de la presencia externa debía unirse la práctica del endurecimiento físico. Para lograrlo se realizaban diversos ejercicios: resistencia al frío y a al calor, lucha cuerpo a cuerpo, nadar contra la corriente, etc.
La frugalidad era entendida como negación no sólo al deleite, sino a cualquier actividad que no fuese considerada necesaria. Esto nos revela el carácter serio y duro del hombre romano, quien no daba oportunidad de acción a sus pasiones y tendencias, sino sólo a lo que debía ser para que él fuese un ser íntegro y responsable.
El desglose de las virtudes en el hombre romano, hace posible establecer en cierta medida una igualdad con el griego, en cuanto a que este debía ser obediente para ser considerado educado y se encontraba constantemente sometido al sacrificio, el cual debía soportar para alcanzar la integridad.
En cuanto a la escuela como edificio, era un local situado junto a los pórticos del foro o plaza pública y sólo la tela de una cortina le aísla de los ruidos de fuera. El mobiliario escolar se reduce a una cáthedra, colocada sobre un estrado, en que se sienta el maestro, y unos escabeles sin respaldo para los alumnos, que escriben sobre sus propias rodillas. La escuela primaria era llamada ludus litterarius, y el maestro, ludu-magister. La jornada escolar empezaba desde el alba, aun en pleno invierno. El contenido de la enseñanza es: lectura, escritura y algo de cálculo. Aprendían primero el alfabeto, comenzando por el nombre y la forma de las letras. Después vienen las sílabas y a continuación las palabras. La enseñanza de la lectura era simultánea a la de la escritura.
La escuela de gramática o secundaria era menos frecuente que la primaria, pues a ella sólo acudían los hijos (en ocasiones las hijas) de las mejores familias. Las clases también se impartían junto al foro. El contenido de la enseñanza por un lado era el estudio teórico de la lengua, y la explicación de los poetas clásicos.
Los romanos no conocieron la retórica hasta que tras la conquista de Tarento, varios griegos comenzaron su enseñanza en Roma. A pesar de todas las prohibiciones, la enseñanza de la retórica acaba triunfando en Roma. Se confía a un maestro especializado, llamado rhetor en latín.
En un principio esta enseñanza también tenía lugar en los pórticos del foro, más tarde se pusieron a su disposición salas grandes en forma de exedra (de teatro romano), la finalidad de estos estudios estaba dirigida a dominar el arte de la oratoria. Lo que hacían era aprenderse las reglas y ejercitarse en su aplicación y la preparación requerida para este estudio era muy pobre. Sin embargo Cicerón afirma la necesidad del orador por poseer una cultura lo más amplia posible.
Otro tipo de institución pedagógica son los collegia juvenum, club de jóvenes, cuya formación que aquí se impartía era de carácter deportiva. Esto confirma que también en Roma, aunque en menor grado que en Grecia, era importante la educación deportiva como búsqueda de la integridad personal. Son dignos de admirar, tanto a los griegos como los romanos, porque todas sus intervenciones o aportaciones pedagógicas se orientan al perfeccionamiento y equilibrio tanto externo, como interno de la vida del hombre.